
A principios de los años 50 se funda en San Francisco la Academia Americana de Estudios Asiáticos, bajo la dirección del profesor de la Universidad de Standford Frederic Spiegelberg. Junto a él se unieron a esta nueva aventura intelectual Allan Wats, el indio Haridas Chanduri o el japonés D. T. Suzuki, entre otros. A los cursos impartidos por el profesor Spiegelberg y sus colaboradores asistieron durante años miles de estudiantes. Dos de estos alumnos, profundamente interesados por las sabidurías orientales, abrigaron la idea de fundar un centro especializado en el estudio de las nuevas ideas y filosofías que estaban llegando a los Estados Unidos. Michael Murphy y Richard Price, así se llamaban estos dos jóvenes emprendedores, consultaron su proyecto con Spiegelberg, que enseguida se ilusionó. Price había participado años atrás en los experimentos desarrollados por Gregory Bateson sobre los efectos de las drogas en el hospital de veteranos de Palo Alto. Parece que fue a través de Bateson como los dos jóvenes conocieron a Aldous Huxley, quien también prestó toda su ayuda para levantar este proyecto.

Al fin, en 1963, tras dos años de duro trabajo, Murphy y Price pusieron a funcionar Esalen, un instituto dedicado a la fusión de las religiones con la ciencia, Oriente con Occidente; lo material con lo espiritual; lo antiguo con lo moderno, el cuerpo con la mente; el arte con las matemáticas, etc. Situado en Big Sur, un bello paraje a unos 300 kilómetros al sur de California, pronto acaparó la atención de insignes heterodoxos que aterrizaron en Esalen llenos de ideas. Centenares de miles de personas pasaron por los cursos y convivencias de Esalen desde entonces hasta nuestros días. Escuelas, hospitales diferentes instituciones gubernamentales tienen en la actualidad contratos de colaboración con Esalen. En este peculiar instituto de investigaciones desarrollaron sus enseñanzas escritores, filósofos, psicólogos, psiquiatras, historiadores e importantes científicos como Jack Sarfatti, un heterodoxo físico que trabajo en proyectos secretos para el Gobierno de los Estados Unidos; Nick Herbert, autor de importantes estudios sobre comunicaciones translumínicas; Fred Alan Wolf, autor de conocidos libros de divulgación científica como Universos paralelos o El Universo onírico; Arthur Yung, matemático e inventor del helicóptero Bell; John C. Lilly, médico y máximo experto mundial sobre los estados de privación sensorial y la comunicación con los delfines; Karl Pribram, neurofisiólogo y autor del modelo holográfico del cerebro; Stanislav Grof, especialista en los efectos del LSD y creador de la psicología transpersonal; B. F. Skinner, el famoso psicólogo conductista; Virginia Satir, fundadora de la terapia familiar, S. I. Hayakawa, especialista en semántica general de primera línea; David Bohm, físico y profesor de la Universidad de Princeton, que ha realizado contribuciones decisivas a la mecánica cuántica y a la relatividad; John Mack, director durante años del departamento de psiquiatría de Harvard, premio Pulitzer y últimamente uno de los más famosos investigadores del fenómeno abducción (secuestro de seres humanos por parte de pretendidos seres extraterrestres); o Fritjof Capra, un reconocido físico teórico que sentó las bases de las relaciones entre la física y las filosofías orientales con su best seller titulado El tao de la física.

Este último, Capra, refleja de forma extremadamente clara en sus escritos la filosofía que destila Esalen. En su famosa obra citada anteriormente escribe: «Estaba sentado junto al océano una tarde de verano cuando el Sol ya caía, viendo las olas arrollarse y sintiendo el ritmo de mi respiración, cuando de pronto me hice consciente de todo lo que me rodeaba como si estuviese envuelto en una gigantesca danza cósmica. Siendo físico, sabía que la arena, las rocas, el agua y el aire eran átomos vibrantes, y que estos se componían de partículas que se interrelacionaban unas con las otras creando y destruyendo otras partículas. También sabía que la atmósfera de la Tierra era bombardeada continuamente por lluvias de rayos cósmicos, partículas de alta energía que sufrían múltiples colisiones a medida que penetraban todo el aire. Todo esto me era familiar por mi investigación en la física de las altas energías, pero hasta el momento solo lo había experimentado a través de gráficos, diagramas y teorías matemáticas. Cuando me senté en aquella playa, mis primeras experiencias tomaron vida; vi cascadas de energía bajando del espacio exterior, en las que las partículas eran creadas y destruidas con un pulso rítmico; vi los átomos de los elementos y los de mi cuerpo participando de esta danza cósmica de energía; sentí su ritmo y oí su sonido, y en ese momento supe que esta era la Danza de Shiva, el Señor de los Bailarines adorado por los hindúes».

En 1982 Capra publica El punto crucial, un libro en el que manifiesta su creencia en el inminente nacimiento de un nuevo tipo de sociedad basada en la ecología, la economía descentralizada, las técnicas médicas alternativas (homeopatía, acupuntura, etc.), la paz, los derechos humanos, nuevas tecnologías no contaminantes y los derechos de las mujeres y de las minorías étnicas. El punto crucial tuvo una gran influencia en la ideología del Partido de los Verdes en Alemania, que ha gobernado el país en coalición con el Partido Socialdemócrata. En 1983 Capra viajó a Alemania para estudiar el nuevo movimiento de los verdes y un año después publicaría, junto a Charlene Spretnak, Políticas verdes, en donde se analizaba el nuevo movimiento y sus cuatro pilares básicos: ecología, responsabilidad social, democracia de base y no-violencia.

Según muestran algunos archivos secretos de la inteligencia soviética que se abrieron al público en 1994, a principios de los años 70 el KGB puso en marcha una operación llamada «Caballo de Troya». Su finalidad en primera instancia era filtrar a la CIA, a los diversos servicios secretos militares de los Estados Unidos y a la prensa de esa nación una serie de informes falsos sobre los avances soviéticos en el campo de la «guerra paranormal». Dichos informes aludían a poderosos «dotados psíquicos» que estarían trabajando para el KGB o la invención de máquinas capaces de activar los poderes mentales de los agentes soviéticos, quienes tendrían la capacidad de escuchar conversaciones de los altos mandos del Pentágono y de la CIA a distancia y el poder de matar a una persona con solo mirarla. Uno de los principales blancos elegidos para esta operación fue George Leonard, intimo amigo de Michael Murphy, uno de los fundadores de Esalen, y autor del célebre artículo que lanzó a la fama a la «Generación de las Flores» como vanguardia de la transformación de la conciencia mundial. Leonard, ese momento dirigía la popular revista de divulgación científica Look Magazine, enseguida se hizo eco de los falsos informes del KGB, dándolos a conocer a toda la nación. Como consecuencia de esto aumentó considerablemente el interés de la población y de muchos científicos estadounidenses por el tema de los fenómenos paranormales. La CIA inició los más alocados proyectos de investigación contratando a astrólogos, cartomantes y videntes para adivinar el futuro de los miembros del Politburó, o a supuestos brujos para leer las mentes de los líderes soviéticos. Al mismo tiempo, un buen número de agentes recibieron la misión de averiguar cuanto pudieran sobre los avances soviéticos en el campo de lo paranormal.
La segunda parte de la operación «Caballo de Troya» era mucho más ambiciosa y hacía honor a su propio nombre. El KGB pretendía mandar a una serie de agentes a Esalen, que ya se había convertido en la cuna de la nueva cultura norteamericana, para influir negativamente en la filosofía que emanaba del centro mundial de la nueva conciencia. Pretendían «herir de muerte» a la ciencia de los Estados Unidos, instalando en las mentes de sus jóvenes promesas científicas todo tipo de creencias absurdas e irracionales. Sin embargo, como veremos más adelante, el factor humano falló en esta bien estudiada operación.
Los planes de la inteligencia soviética siguieron su curso y lograron que diversas asociaciones soviéticas de carácter cultural (que en realidad eran una tapadera del KGB) firmaran varios acuerdos de intercambio con Esalen. Fruto de estas iniciativas fueron los primeros «puentes televisados» entre los Estados Unidos y la URSS o acuerdos de cooperación con la Unión de Escritores Soviéticos. Pronto se instalaron en Esalen agentes soviéticos bajo el disfraz de jóvenes intelectuales y pensadores rusos. Valentin M. Berezhkov, Yuri A. Zamoshkin, Andrey A. Kokoshin, Henrikas Jushkevitshus, Vladimir M. Kuznetsov, Victor M. Pogostin, Vlail P. Kaznacheyev y Joseph Goldin se vieron atrapados por el ambiente que se vivía en Esalen. Elos esperaban encontrarse a una pandilla de jóvenes inteligentes que se habían metido en una espiral de irracionalidad, pero lo que hallaron fue, tal como pensaban, unos jóvenes preparados e inteligentes, pero para nada locos e irracionales, sino ilusionados por crear un nuevo tipo de sociedad basado en un nuevo tipo de ciencia en la que tuvieran cabida cuestiones generalmente excluidas por la fría asepsia científica y materialista. Los agentes soviéticos enseguida conectaron con el ambiente de camaradería, cordialidad y libertad absoluta que reinaban en Esalen. Además, descubrieron conocimientos de los que nunca habían oído hablar pero que les resultaban más que atractivos. Las prácticas chamánicas, las sesiones de desarrollo personal grupales o los talleres que intentaban aunar la espiritualidad con la lógica científica apasionaron a los agentes del KGB, también jóvenes e inteligentes como sus anfitriones.

En esa misma época, Esalen comenzó a organizar las visitas a los Estados Unidos de importantes líderes de la URSS. Uno de ellos fue el futuro presidente ruso Boris Yeltsin. Los dirigentes de Esalen están convencidos que tras esta visita a los Estados Unidos, Yeltsin regresó a su patria totalmente cambiado y ayudó a formar el movimiento democrático en Rusia. Cuando a finales de 1991 se produjo un golpe de Estado contra el entonces presidente Mijaíil Gorbachov, Yeltsin fue uno de los líderes rusos que mayor rechazo opuso a los militares golpistas.

Por otro lado, el KGB también se encargó de que Michael Murphy y algunos otros miembros relevantes del instituto viajasen a la URSS para tomar contacto con algunos políticos y militares con la excusa de dictar unas conferencias. En una entrevista publicada por la revista New Age en 1982, Murphy hablaba sobre sus impresiones tras varios viajes realizados a la URSS: «Hay profundos cambios que están teniendo lugar en la Unión Soviética y que no han sido reflejados por los medios de comunicación americanos ni advertidos por los observadores profesionales soviéticos. Es un despertar cultural no muy diferente al despertar que se produjo en América en los años 60, aunque mucho más tranquilo. Una subcultura en desarrollo está allí explorando religiones esotéricas, grupos gestálticos de encuentros, métodos curativos alternativos, OVNI, la búsqueda de continentes perdidos, parapsicología. Al igual que en los años 60 en los Estados Unidos, la exploración abarca desde lo sublime hasta lo ridículo, pero lo que une todo ello es la creciente convicción existente entre muchos ciudadanos y científicos soviéticos de que deben descubrirse y desarrollarse ocultas reservas humanas».
John Mack, el renombrado psiquiatra de Harvard, en la actualidad máximo divulgador del fenómeno de las abducciones, también visitó la Unión Soviética como miembro de Esalen. Regresó a los Estados Unidos con un sentimiento de gran afecto por el hombre de la URSS». El físico Edward Teller, el padre de la bomba de hidrógeno, aseguró, en una conferencia titulada La diplomacia de Esalen con los soviéticos, 1979-1992, que John Mack le estuvo haciendo el juego a la inteligencia soviética con el fin de socavar la ciencia norteamericana.
Lo que sí es cierto es que los agentes soviéticos que estuvieron en Esalen regresaron a la URSS con una visión del mundo muy distinta a la que tenían antes de salir rumbo a los Estados Unidos. Todos ellos se convirtieron en convencidos reformadores, luchando desde su regreso por un cambio en el sistema político comunista de la URSS. Con el paso de los años, la mayoría de estos «soviéticos de Esalen» llegaron a ocupar importantes cargos en el Gobierno, consiguiendo aupar a la presidencia del país a un reformador: Mijaíl Gorbachov, quien no tardó mucho en acabar para siempre con el régimen comunista de la URSS y, por ende, con el «Telón de Acero». Jim Garrison y Tom Jenkins, dos de los alumnos de Esalen que se hicieron íntimos amigos de los soviéticos durante el tiempo que permanecieron en los Estados Unidos, fueron nombrados, desde el momento en el que Gorbachov llegó al poder, en presidentes de la Fundación Gorbachov de los Estados Unidos. Garison y Jenkins todavía siguen reuniéndose con sus viejos amigos rusos y con otros miembros de Esalen para charlar sobre culturas indígenas, fenómenos paranormales o el enigma de los OVNI.

Si existe un personaje que se ha preocupado en averiguar las claves de la guerra oculta que tuvo como escenario a Esalen, ese es el famoso físico teórico Jack Sarfatti, uno de los más conocidos residentes de Esalen que vivió estos acontecimientos en primera persona. Nuestro protagonista esta convencido de que la CIA supo de la existencia de la operación «Caballo de Troya» y consiguió «darle la vuelta a la tortilla» influyendo sobre la personalidad de los agentes soviéticos, al parecer con éxito. Al menos una de las personas encargadas de esta finalidad podría ser, según Sarfatti, una mujer llamada Jenny O’Conner, que supuestamente mantenía contactos con seres exraterrestres, y que se asentó en Esalen ganándose muy pronto la simpatía de todos, incluidos los soviéticos. Sarfatti también recuerda que la estancia de los soviéticos en Esalen coincidió con las visitas de Heinz Pagels, entonces presidente de la Academia de Ciencias de Nueva York, del congresista Charlie Rosey del líder de la revolución estudiantil Ira Einhom, actualmente en prisión acusado del asesinato de su novia Holly Maddux, y de quien siempre se sospechó que era un agente secreto.

Sarfatti tiene una vida de película. Sus aventuras en el campo de lo insólito sirvieron como base para los guionistas de la película Cazafantasmas y fue el responsable indirecto de que Steven Spielberg rodara Encuentros en la tercera fase, filme de enorme éxito que puso de moda el fenómeno OVNI en todo el mundo. En la casa del director de cine Francis Ford Coppola, Sarfatti presentó a George Lucas, el director de la saga de La Guerra de las Galaxias, a Steven Spielberg ya un joven astrofísico que llevaba años estudiando el controvertido misterio de los OVNI: Su nombre era Jacques Vallée, y hoy en día es sin duda el investigador de OVNI más admirado y respetado del mundo por sus reveladoras investigaciones. Los autores de este libro, lo reconocemos, somos entusiastas fans del astrofísico. Pues bien, parece que de esta reunión informal partió la idea de Spielberg de rodar una película sobre el enigma OVNI, en la que Vallée trabajó como asesor.

Las aventuras de Sarfatti comenzaron en el año 1952 cuando tan solo tenía quince años. Una voz metálica que decía ser una computadora a bordo de una nave extraterrestre comenzó a comunicarse con él a través del teléfono. La misteriosa voz le decía que debía prepararse para una misión que tendría que cumplir dentro de veinte años, junto a otros cuatrocientos jóvenes estadounidenses. Sarfatti sospecha que estas comunicaciones eran parte de una operación de inteligencia diseñada para interesar sobre diversas cuestiones a cientos de brillantes adolescentes que en un futuro se convertirían en importantes científicos. Estos hechos el científico norteamericano los relaciona directamente con los sucesos que le tocaría vivir durante su ajetreada existencia y los misteriosos personajes con los que entablaría relaciones.
Pasaron veinte años y en 1973, mientras se encontraba asistiendo a una reunión sobre investigaciones psíquicas en la prestigiosa Universidad de Cambridge, un simpático inglés (que luego descubriría que era un agente de la inteligencia británica) se le acercó y lo invitó a cenar. En un momento de la velada el inglés comenzó a informar a Sarfatti sobre una encubierta guerra psíquica que se estaba produciendo entre los Estados Unidos y la URSS. Algún tiempo después asistió a las pruebas que fueron efectuadas sobre el conocido «dotado psíquico» de origen israelí Uri Geller (quien trabajo para la CIA en varias operaciones de guerra paranormal y hoy en día es multimilonario gracias a que presta sus «poderes» a empresas petrolíferas y mineras en busca de nuevos yacimientos). Entre los científicos que estuvieron presentes durante las pruebas al israelí se encontraban David Bohm, Arthur C. Clark o Andrija Puharich, junto a personajes como sir John Whitmore era Eimhorm. Semanas después de estos sucesos, Sarfati conoció, a través del popular físico Fred Alan Wolf, a un extraño personaje llamado Werner Erhard, un hombre inmensamente rico con enorme influencia en sectores de la comunidad de inteligencia de los Estados Unidos. Su hermano, en ese momento, prestaba sus servicios como ayudante del entonces secretario de Defensa Harold Brown, y años después llegaría a ser director del prestigioso Cal Tech, o Instituto Tecnológico de California.

Werner Erhard no perdió el tiempo en este primer encuentro con Sarfatti y le pidió que trabajase para él en su organización llamada Fundación Erhard de Seminarios de Entrenamiento, o EST Foundation. La finalidad de la Organización consistía en crear técnicas de entrenamiento mental dirigidos a desarrollar las facultades paranormales de determinadas personas. Sarfatti aceptó y al poco tiempo le llegó un cheque con una importante cantidad de dinero para que pusiera en marcha sus ideas en este campo. Por los seminarios de entrenamiento de Erhard (que Sarfatti cree que eran una tapadera de la CIA para obtener informaciones sobre los avances de la investigación paranormal sin levantar sospechas) pasaron personajes como Ele Coppola, la esposa del director de cine Francis Ford Coppola, Michael Murphy o Buzz Aldrin, el astronauta que estuvo en la Luna. Sarfatti también colaboró en estos años con George Koopman. «Este discreto personaje eseribe Sarfatti– había trabajado para el departamento de los sabios locos de una comunidad de los servicios de inteligencia, y por ese conocimiento de causa afirmaba que estaban muy interesados en el tipo de nueva Física en la que estábamos trabajando. Según él, estaban especialmente interesados en las máquinas capaces de predecir el futuro empleando el canal de comunicaciones que brinda la conexión cuántica y mis ecuaciones, y en nuevos tipos de sistemas altamente no convencionales de propulsión de naves aéreas. A través de una compañía suya, proveyó fondos abundantes procedentes de disimuladas instancias interesadas en estas investigaciones.»
Claves Ocultas del Poder Mundial – José Lesta y Miguel Pedrero – Editorial EDAF – Buenos Aires – 2006
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